Lutero confesábase de familia de humilde origen e infancia dura y dolorosa cuyo efecto causaba en su inocente e impresionable persona una cicatriz que hubo de rematar la sucesión de una serie de incidentes violentos que casi terminaron con su maltrecha vida. Dichas tribulaciones sirvieron al piadoso Lutero para quedar convencido de que su salvación estaba en Erfurt: convento de los agustinos. Pero allí no encontró la paz deseada; al contrario, halló a un “juez severo y terrible”, al “terror y la duda”.
Lutero fue llamado a proseguir sus estudios de teología por el vicario general de los agustinos, Staupitz, y en 1510 ya era bachiller formado en teología. A finales de este mismo año viaja a la Roma del papa Julio en donde empieza a ser consciente de los abusos, las simonías y la inmoralidad de la cristiandad. Staupitz, ahora subprior de los agustinos de Wittemberg, le obliga a pasar en 1512 su licencia en Teología con lo que conseguirá ejercer de profesor, ocupación que le llevará treinta años de su vida.
Según indica Lucien Febvre en este libro, Lutero manipuló su biografía con tal de mostrarse mucho más modesto y humilde de lo que fue, pues sus padres no eran tan pobres ni el fue tan desgraciado como pretendía hacer ver.
También se afirma en este ensayo, que Lutero mantuvo una lucha interna continua que le llevó a desarrollar las famosas tesis que trascenderían en esa inesperada reforma protestante. “La carne se hallaba en perpetua rebeldía contra el espíritu” según expone Febvre en el libro. Se trataba de una obsesión sexual; era imposible alcanzar la pureza absoluta con lo que el hombre estaba demasiado lejos para acceder a Dios.
Internado en el convento, Lutero trata de lograr su salvación mediante el cumplimiento de obras meritorias, asunto que le supone un gran desaliento sumergiéndose en una crisis tal que llega a la convicción de que esa lucha era en vano; “el deseo se muestra invencible y el pecado permanente”.
Así pues, de 1505 a 1515 la lid de Lutero se libra sobre sí mismo; la preocupación se centra en su propia salvación.
Los textos sobre el Decálogo predicados en la parroquia de Wittemberg son la exposición de la teología personal de Lutero; proclaman que el hombre no puede cumplir el bien en contra de la filosofía aristotélica y la voluntad libre que promulga la virtud en poder del hombre. En estos sermones sobre el Decálogo, Lutero hace una crítica sobre los hábitos de los clérigos cuya enseñanza se ha tornado descuidada, el ministerio de la palabra ha quedado abandonado, la pereza ha sumido a los religiosos y la negligencia de los pastores se advierte escandalosa durmiéndose “sin preocuparse del rebaño”.
Con todo, la reforma religiosa fue tomada “desde dentro y no desde fuera”. Para Lutero era primordial acabar con las actitud hacia dios de los fieles cuyos guías no hacían más que extraviarles; había que transformar las disposiciones íntimas, el corazón y tras esto sobrevendría el término de los “abusos exteriores y formales de la Iglesia”.
Pero las ideas que venía forjando Lutero ya habían sido fruto de suspicacia de pensadores desde antiguo. Los llamados humanistas tenían una visión altruista e independiente del dogma; se buscaba un cristianismo humanizado. Es de prever, pues, que las 95 tesis de Lutero se acogieran con gran entusiasmo por estos pensadores. Por otro lado, Erasmo, figura clave del humanismo, fue vilipendiado por Lutero debido a lo opuesto de sus postulados y se reafirmaba en su preferencia sobre Agustín mientras que Erasmo se decantaba por Jerónimo, santo patrón de los humanistas. Pero Lutero mantenía las mismas ideas que Erasmo sobre la necesidad de frenar los abusos del papismo y “volver a llevar fe a la pureza de los tiempos evangélicos”.
Otro enemigo de Lutero era Ulrich de Hutten a quien interesaba la Iglesia de Alemania y sus relaciones con el papado, pero en mayor medida el plano económico y político más que la propia religión.
Es en 1517 cuando redacta las 97 tesis exponiendo las grandes líneas de su doctrina. Defiende que “ las indulgencias no pueden sacar a los pecadores del purgatorio”y se preguntaba que si “la contrición perfecta de sí mismo puede abolir toda pena, entonces, ¿para qué sirven las indulgencias?” También cuestionaba la aceptación de Dios sobre las proposiciones del Papa puesto que no había nadie que pudiera garantizar su supuesto valor.
Juan Eck, uno de sus principales enemigos, viaja a Roma para obtener de la Curia una condenación y en 1520, la bula Exsurge Domine se publica en Roma. En ella se condenan las opiniones de Lutero (Papa León X) y en la Dieta imperial de Worms (1521) se le excomulgaba y se entregaban al fuego sus obras.
Lutero aceptó al fin la ayuda de Erasmo y Hutten, quienes empiezan a moverse para intentar conseguir una suspensión de la sentencia. Lutero estaba respaldado, y ante la posibilidad de que Federico le abandonara sabía que no sería entregado sin resistencia.
Hutten se apodera de la Bula y la injuria en una glosa antipapal que divulga en Alemania escribiéndola en latín mezclado con alemán: “No es de Lutero de quien se trata, es de todos nosotros; el Papa no saca la espada contra uno solo, sino que nos ataca a todos. ¡Escuchadme, acordaos de que sois germanos!”. Se manifiesta entonces, un agrupamiento de los germanos contra el enemigo público.
Lutero denuncia los abusos de la Santa Sede, ataca la escolástica y a sus representantes; hecho que hace que los humanistas se reúnan para luchar contra el enemigo que representa la Iglesia de Roma.
Pero Lutero no se mueve; únicamente escribe. Formula una doctrina de la Iglesia, la Iglesia invisible de quellos que viven la verdadera fe, unidos por la razón. Lutero niega la existencia de una colectividad religiosa que pueda declararse encargada por Dios mismo de definir el sentido de la Palabra, ninguna que pueda exigir la sumisión de las conciencias. “Que aquel que no quiera el bautismo lo deje” así como de la comunión o la confesión, “la fe es cosa absolutamente libre”. Según Lutero sólo Dios puede imprimir la fe en el corazón de los hombres.
Lutero reniega del ascetismo; para él es lícito hacer uso de los “dones del padre con toda serenidad” y complacer a los sentidos y al corazón siempre que se esté dispuesto a desprenderse de ellos. Lutero tiene confianza absoluta en dios, creía que la Palabra restauraría a la Iglesia y, por ello, se apoyaba en las Santas Escrituras.
Cuando Lutero fue raptado, corrieron rumores de su posible muerte que llegaron a personajes como Durero: “¿Quién me explicará en lo sucesivo tu santo Evangelio con tanta claridad?” y Erasmo también se expresaba de la siguiente manera en su Opus Epist: “La verdad, la pura verdad ¿vale la pena estremecer todo el Universo predicándola?” “Es permitido, es bueno callarla, cuando de su revelación no se puede esperar ningún fruto. Cristo se calló ante Herodes.”
Sin embargo, al contrario de lo temido por muchos, Lutero se hallaba encerrado en el castillo de Wartburg. Solo, embotado por el silencio y la ociosidad, es víctima de una crisis de salud en la que vuelve un antiguo mal de estómago. Allí, el tiempo se dilata sobremanera y surgen ante él un “apetito de gozo”, la “tentación al sacrilegio” y el “deseo del pecado” que confiesa en una carta a su discípulo más apreciado, Melanchon. “Otiosus, otiosus et crepulosus” se autodenomina el mismo Lutero. Le aqueja de un exceso de sedentariedad que le ayuda a reflexionar. Y allí desarrolla más su pensamiento; la fe se debe servir para hacer penetrar a dios en el corazón y entonces es cuando hay que preocuparse por la moralidad y dejar de lado una voluntad humana. Pero los días es Wartburg también son productivos; allí traduce la Biblia a lengua vulgar; al alemán, aprende griego, hebreo, compone sermones, cartas y tratados.
Lutero fue hecho proscrito en la Dieta de Worms. Carecciolo y aleandro, los dos legados que la Santa Sede había encargado, rogaron a Federico que hiciera quemar los escritos de Lytero y que se apoderase de su persona. Ante su negativa hacen compadecer al monje ante los jueces de la dieta. Un edicto que condenaba al fuego los escritos del heresiarca fue publicado por toda Alemania. Lutero iría a Worms “si el Emperador me cita más tarde para hacerme morir y me declara `enemigo del Imperio`” y añadiría “deseo que los papistas sean los únicos culpables de mi muerte”. Lutero fue a Worms como un mártir pues no renunciaría a la autoría de sus obras ni se retractaría de sus “afirmaciones erróneas”. Así pues, tras el plazo de veinticuatro horas que pidió, volvió ante los jueces y ratificó su negativa a retractarse dando la imagen de un héroe.
La sintaxis va siendo progresivamente más dura y vulgar en los escritos de Lutero “No es mi culpa... Así estoy hecho... condenado a luchar sin cesar contra los diablos... Es verdad, mis brazos son demasiado belicosos: ¿qué puedo hacer?”.
Mientras, fuera el pueblo se alza, bandas de hombres saquean y arrasan las ciudades. Hay incidentes por doquier mientras Lutero se pregunta su es legítimo hacer la reforma por la violencia.
Un discípulo de Lutero, Bernhardi, contrae matrimonio regular y, no siendo el celibato de los sacerdotes de institución divina, Lutero no encuentra nada que oponer, desde el punto de vista doctrinal. En poco tiempo empieza a extenderse la ruptura con la clausura entre los agustinos, y se transforman en laicos, reclaman el derecho de matrimonio y rompen el voto de castidad que antes hicieron por voluntad propia. En una carta de Lutero a Spalatín, se expresa de la siguiente forma: “¡Por Dios, nuestros wintenburgueses darán mujeres hasta a los monjes!”. Sigue defendiendo a la Palabra por encima de la violencia para combatir al papismo en tanto Alemania se agita. Pero el consejo de Lutero sigue siendo la abstención y la paciencia aunque nadie parece dispuesto a seguirlo.
Desde mayo de 1520 un sacerdote iluminado, Thomas Münzu, intenta establecer un “reino de Cristo” en una pequeña ciudad de Sajonia: Zwickau. Trataba de establecer un reducto sin ley, ni rey, ni autoridad espiritual, Iglesia o culto. Los súbditos de este reino serian libres y estarían únicamente sometidos a la Escritura. El magistrado de Zwickau promovió arrestos en masa, y Münzu y sus lugartenientes tuvieron que huir. Tres de estos lugartenientes entraron en Wittemberg buscando asilo, allí empezaron a predicar su “comunismo” y en poco tiempo ganaron el favor de los wittemberguenses. Pero sus manifestaciones violentas indujeron a Lutero a acudir para poner orden tras haber escapado de Wartburg.
Lutero había predicado contra “el espíritu de sedición y asesinato de los iconoclastas y de los saqueadores de iglesias” (anabaptistas) y de aquí se desprende el conflicto entre Carlstadt y Lutero, a lo que se suma la retirada progresiva de los burgueses y letrados del lado del protestante, a quien acusaban de conservar demasiadas prácticas, ritos y sacramentos del catolicismo.
Afirma Lutero que la gran equivocación de Carlstadt, es dar a entender al pueblo que la necesidad del cristianismo había que buscarla en “la destrucción de las imágenes, la supresión de los sacramentos y la oposición al bautismo” y añade que “la confesión es buena cuando es libre y no constreñida”.
Hacia 1525 había dos opiniones generalizadas sobre la figura de Lutero, cuando ocurrió la sublevación campesina; unos veían en él al padre de la sedición y otros al “abogado de oficio de todos los oprimidos, rebeldes y adversario de todas las tiranías”. Pero Lutero estaba en contra de estas revueltas violentas campesinas “el Evangenio no justifica sino que, condena la rebeldía”. Según el protestante, refiriéndose a los campesinos, “si la autoridad que los oprime es realmente injusta, pueden estar sin temor: Dios la hará expiar duramente su injusticia”, mientras tanto debían ceder y sufrir en silencio. Lutero llega hasta a afirmar que “más vale la muerte de todos los campesinos que la de los príncipes y magistrados”
En cuanto a la relación con el humanista Erasmo de Rotterdam; se enfrió aún más, cuestión que se hace notar en las publicaciones que se dedicaban como De siervo arbitrio de Lutero en contra de De libre arbitrio de Erasmo. Lutero rechazaba la aplicación de la razón del humanista, niega el libre arbitrio y proclama que “todo lo que le sucedía al hombre era el efecto de esa causa obsoleta y soberana: Dios ´que obra todo en todos´”. Esto provocará un distanciamiento de ambos autores, formando dos bandos opuestos.
La gran contradicción de Lutero sobre sus antiguas declaraciones se hace evidente al tomar matrimonio con una joven monja escapada del convento: Catalina de Bora. Y trata de justificar los hechos arguyendo que no había “ningún amor, ninguna pasión; un buen afecto hacia mi mujer” y prosigue: “no he querido negarle la esperanza de una posteridad a mi padre”. También declararía que era necesario el esparcimiento y el pecado de vez en cuando, “con odio y desprecio del diablo, para no darle ocasión de hacernos un caso de conveniencia de necedades minúsculas...”
En esta última etapa su pensamiento se relaja pero también se hace más estricto en el sentido de que es preciso obedecer a Dios sin cuestionar el por qué, al igual que señala la necesidad de respetar a los que ejercen el poder, puesto que Dios así lo ha dispuesto: “los príncipes del mundo, dioses; el vulgo, Satanás”. Los derechos que le remite al Estado son cada vez mayores: “el derecho de velar por la pureza y la salud interna de la Iglesia, asegurándose su ortodoxia y expulsando a los heréticos”.
En sus últimos tiempo es un personaje inestable, nervioso, sufre de cóleras repentinas y brutales y está “encerrado en sí mismo”. Despuñes de 1525 ha renunciado al idioma culto, el latín, y ahora escribe para un público más restringido, en alemán: se dirige a Alemania. Es entonces cuando el luteranismo se estanca, cesa de toda acción y se encierra en su vida cada vez más sencilla. Su pensamiento se contradice tanto con sus anteriores declaraciones que llega a afirmar que “el matrimonio es la base de la economía, de la política y de la religión”. Además proclama que “las partes sexuales son las más honestas y las más hermosas de todo el cuerpo humano porque conservan y perpetúan la especie” aún afirmando que es un pecado y que Dios no lo imputa por misericordia.
Por fortuna, Melanchton, su discípulo más adelantado, encauzó la doctrina luterana en su Loci communes. Éste muestra gran indignación ante el matrimonio de su mentor y se acerca más al pensamiento erasmista. Del “Dios salva a quien quiere” de Lutero, Melanchon rectifica “No. dios salva a quien lo quiere”. Melanchon ya no cree en la predestinación, exige una penitencia y se pone en relación con la fe y la razón natural. Es necesaria la lucha contra el pecado. Estas ideas se incorporaron progresivamente a la doctrina luterana y sustituirían a las ideas del propio maestro.