Volviendo a la tolerancia, fijándose en el caso de Lutero, fue decreciendo cada vez más. Pero este hecho no es sólo típico de los reformadores, sino claro está también se localiza en el mundo católico, obviamente. El hecho de que se produjeran menos ejecuciones en algunos estados católicos como la monarquía hispánica se debe a que el protestantismo arraigó con menos intensidad allí, sobre todo en la Península Ibérica, y que los procesos inquisitoriales se dirigían especialmente hacia los judaizantes. Pero sólo hace falta ver la reacción de la Inquisición a los focos de protestantismo surgidos en Valladolid y Sevilla en tiempos de Felipe II, y las numerosas guerras llevadas a cabo por los Austrias españoles por motivos religiosos. No obstante, es reseñable la paulatina pérdida de libertad religiosa de la comunidad católica en los principados alemanes, a pesar de las primeras declaraciones de Lutero sobre la libertad, hasta el punto de que se llegó a prohibir la celebración de misas católicas. Esta persecución a los católicos se repitió en los cantones suizos donde se expandió la Reforma de Zuinglio y en Ginebra, donde el control lo poseía un intransigente Calvino, que arremetía contra cualquier credo diferente al suyo, como se expondrá a continuación. Sin embargo, regresando al tema principal, Lutero no sólo creó más barreras entre los católicos de Alemania, sino que hizo oídos sordos a las protestas de los campesinos alemanes que luchaban contra la opresión de los príncipes alemanes, en la llamada Guerra de los Campesinos, que acudieron a él proponiendo ideas, que con el tiempo se acercarían a los de los anabaptistas, y sólo recibieron la respuesta de Lutero que fomentaba su persecución por oponerse al orden establecido.
El caso de Calvino, su tolerancia hacia diversas tensiones dentro de sus "dominios", es más extremo. Su persecución se centró en los anabaptistas, a quienes sólo les bastó un hecho conflictivo, la ocupación de la ciudad de Münster en 1533 por los anabaptistas radicales Juan Matthijs y Juan Beukels, para que se diera carta blanca a la persecución y ejecutación de los anabaptistas, que ya era escalofriante: antes de 1530, 2000 anabaptistas habían sido ejecutados en la hoguera. Esta persecución podría equipararse a la caza de brujas, si no la supera, ya que hay que considerar que la "acusación" de anabaptismo necesita más bases que una de brujería. En cualquier caso la persecución, ambas, fueron atroces.
Pero este es el caso de los reformadores. Cabría preguntarse si esta ansia de persecución sería igual en las clases populares, y algunos testimonios de la época indican que no, incluso dentro del seno católico. Quitando las voces que se alzaron en contra de la persecución a los que se considerara según cada criterio "herejes", cabe destacar el caso de Sebastián Castelión, hay que señalar que, citando el ejemplo del anabaptismo, la rama más perseguida, este credo tuvo una gran acogida dentro del mundo rural, de la misma forma que el luteranismo se puede considerar un movimiento religioso urbano, así que parece que esa persecución fue llevada a cabo desde los grupos más altos de gobierno. También hay que destacar los testimonios de españoles católicos de Zamora, recogidas por el teólogo Alfonso de Castro, que criticaban las guerras de religión de Carlos V, criticaban la persecución a los protestantes y su opresión.
Con todo esto, habría que reflexionar si las innumerables persecuciones de los reformadores contra sus "herejes" era una reacción que contaba con el apoyo del pueblo, o si sólo era una forma de mantener su poder espiritual.
Información sacada de Kamen, Henry Nacimiento y desarrollo de la tolerancia en la Europa moderna, Alianza Editorial, Madrid, 1987.
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